Al comienzo de esta
fábula contemporánea, Pierre Anthon descubre que en realidad nada
importa en la vida por lo que abandona la escuela, se sube a un árbol y se
dedica a filosofar delante de sus compañeros. Verdades como puños salen de sus
labios mientras sus condiscípulos tratan de ayudarle demostrando que hay muchas
cosas en la vida que realmente valen la pena, que tienen significado.
Cada uno deberá sacrificar
algo ante el “altar” del significado para convencer a Anthon que bajar del árbol y callarse la boca
es lo mejor. Esa búsqueda de significado poco a poco se convierte en una
sucesión de las miserias, vergüenzas, envidias y codicias adultas en boca de
niños. Esto adquirirá unas dimensiones que se escapan de las manos de los
chicos y que tal vez pueda demostrar quién tiene más razones.
"Nada", de Janne Teller: ¿dónde
está el límite?
Lectores cronistas | 17/05/2011
Diario La Vanguardia
NÚRIA OLARIA
Barcelona
"Nada", Janne Teller
Seix Barral (Barcelona, 2011).
Aparentemente, este es un cuento
para niños (o para adolescentes, como comenta la autora) pero, a medida que la
narración avanza, entenderemos que el extremo de crueldad al que se llega en
sus páginas es sólo apto para adultos. Pierre Anthon decide subirse a un
ciruelo y pasar allí los días cuando descubre que la vida no tiene sentido y no
vale la pena hacer nada, ni esforzarse por nada porque, finalmente, es esto lo
que significa todo: nada. “Todo da igual” –dice él- “Existir no merece la pena
en absoluto”. Sin embargo, los compañeros de Pierre Anthon (alumnos de séptimo
curso) tendrán una misión: demostrarle que sí hay cosas que importan. Ellos le
harán bajar del ciruelo. Así que, se proponen un objetivo: crear un “montón de
significado”, es decir, una acumulación de objetos que tengan un especial valor
para ellos y que prueben a Pierre Anthon como existen cosas por las que vale la
pena vivir. Estos objetos podrán ser tales como un antiguo casete de los
Beatles, libros releídos de Dungeons & Dragons o un balón de futbol. La
narradora de la historia (Agnes), por ejemplo, deberá donar sus sandalias
verdes con plataforma al montón; pero lo hará por una buena causa.
Hasta aquí tenemos el cuento para
niños, que parece coherente y, podemos predecir, acabará con final feliz;
Pierre Anthon se dará cuenta de su error. Sin embargo, se presenta un momento
en la narración en el que los objetos que van a parar al montón
adquieren un matiz de significado distinto, con una mayor nivel de importancia.
Se empezará con “objetos vivientes” -como el hámster de Gerda- pero se
continuará con otros como tumbas profanadas, animales decapitados o partes del
cuerpo mutiladas. Es en este momento cuando el cuento da un giro hacia la
pesadilla, pudiendo provocar, incluso, la incomodidad del lector, pero nunca
dejándole indiferente.
Cada personaje simboliza un
aspecto de la sociedad, siendo el piadoso Kai el representante de la religión
cristiana, así como Hussain el de la musulmana. La necesidad de encontrar
sentido y “el significado” hace que los personajes vayan olvidando,
paulatinamente, los rasgos que los caracterizan y que los hacen únicos en
representar un carácter determinado y se vayan obsesionando en esta búsqueda
que les hará olvidarse de ellos mismos y los llevará a la perdición, saltando
por encima de sus antiguos valores o principios (que ya, como niños, tenían).
Empiezan a hacer trampas y organizan estrategias para no realizar las tareas
que les son adjudicadas en el grupo y así, poco a poco, van perdiendo la
inocencia que les protegía de la crueldad del mundo que, finalmente,
experimentarán en su propia piel. Se despierta la parte oscura que existe en el
interior de cada personaje y se afirman barbaridades tales como: “Lo que iba a
acontecer era un sacrificio necesario en la lucha por el significado” (p. 107)
A partir de aquí, surgen las
preguntas filosóficas que se plantean en este cuento, cuando la obsesión por
encontrar esta verdad (como muchos de los pensadores de todos los tiempos la
nombrarían) se convierte en el último fin de los alumnos de séptimo; llevando a
algunos a perder el juicio y a otros a pavonearse –creyéndose famosos o
importantes- cuando críticos de arte, museos y shows televisivos americanos se
interesan por su “montón de significado”, llegando a considerarlo una obra de
arte que trata sobre el sentido de la vida y valorándolo con una suma elevada
de dinero. Aquí observamos el sinsentido que a veces puede provocar la
exagerada búsqueda de sentido; llevando incluso a la muerte, las guerras entre
distintas religiones (que se pelean por poseer la exclusiva de esta verdad) y
generando el odio entre unos y otros, provocado siempre por esta incógnita
última de todos los tiempos que la Humanidad se ha ido planteando, era tras
era. ¿Cuál es el significado? O, mejor aún, ¿dónde está el límite?
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