sábado, 7 de enero de 2012

Un cuento para Año Nuevo



La 2 ofrece este año unas Campanadas muy especiales. A las 23.30 horas empieza 'Un cuento para Año Nuevo', una producción propia y original de TVE, dirigida e ideada por Pablo López Leis y realizada por Luis Campoy y bajo el patrocinio cultural de la Fnac, en el que se propone a los espectadores un juego creativo, en el que 12 artistas de diferentes disciplinas crean e interpretan un cuento para televisión. No existen precedentes de la realización y emisión de un proyecto de estas características en televisión.

Sobre la base de una historia original escrita por el novelista Juan José Millás, otros once artistas pertenecientes a los más variados campos creativos reinterpretan diferentes fragmentos de ese cuento utilizando los instrumentos y el lenguaje propio de su oficio. El resultado es una película que unifica todas esas piezas y narra el relato.

Literatura (Juan José Millás)
Interpretación (Rafael Álvarez "El Brujo")
Interpretación Musical (Amaral)
Pintura (Jorge Galindo)
Fotografía (Isabel Muñoz)
Danza (Sol Picó)
Teatro/Escenografía (Rodrigo Zaparaín)
Cómic/Ilustración (Miguel Gallardo)
Escultura (Ana Laura Aláez)
Arte Urbano (La Fura dels Baus)
Cine (Juana Macías)
Composición Musical (Suso Sáiz)



"La parte de atrás"
De Juan José Millás

Soñé que salía a la calle y que todo estaba de espaldas. Sólo se veía la parte de atrás de 

las casas y la nuca de las personas y los traseros de los perros y las colas de los pájaros. 

Caminaba por un callejón trasero que en vez de mostrar los escaparates de las tiendas, 

enseñaba su parte de atrás, su lado oscuro. El mundo me había dado la espalda. Giré la 

cabeza hacia atrás, pensando que, de ese modo, vería narices, ojos, bocas, párpados, 

pero mirara donde mirara sólo había nucas, nalgas, omoplatos. Una vez que me 

resigné al espectáculo, me di cuenta de la poca atención que le prestamos a esta parte 

del cuerpo y de la realidad. Trabajaba, en el sueño, como ayudante de un fotógrafo 

que sólo fotografiaba el envés de las personas y las cosas. Naturalmente, yo sólo veía 

la espalda del fotógrafo. Las paredes de su estudio estaban llenas de retratos de 

personas que sólo enseñaban la nuca. En medio de todas aquellas fotografías, vi la de 

un árbol que resultaba una rareza, pues los árboles no tienen parte de delante ni de 

atrás. ¿Los hace eso más perfectos?. 

Vivía con mi esposa y cuatro hijos, todos de espaldas a mí. No sabía de qué color 

tenían los ojos, ni si eran guapos o feos. Mi mujer poseía unos omoplatos suaves, dos 

bultitos que me gustaba acariciar. Me excitaban casi tanto como unos pechos. Pero 

por más que intentaba, cuando hacíamos el amor, colocarme en una postura que me 

permitiera verla por delante, ella actuaba de tal modo que siempre me mostraba el 

mismo lado. Teníamos un canario que siempre me daba el culo, aunque no paraba de 

cantar. La jaula, como el árbol, no tenía más que un lado, pues era redonda y 

completamente simétrica. Por la noche, después de cenar, nos sentábamos frente al 

televisor, pero yo sólo veía su tubo, y las nucas de los componentes de mi familia. La 

nevera, al estar de espaldas, tenía la puerta pegada a la pared, por lo que resultaba, 

para mí al menos, completamente impracticable. 

La vida cotidiana estaba llena de pequeñas dificultades, pues en vez de cepillarme los 

dientes, tenía que conformarme con raspármelos por la parte de atrás del cepillo. Y 

para sacar la crema del dentífrico tenía que forzar el culo del tubo. Naturalmente, 

llevaba las camisas del revés, lo que constituía una tortura a la hora de abrochar sus 

botones. Lo peor, con todo, eran los libros, pues sólo se podían abrir por atrás. Al 

principio los leía de atrás hacia delante, pero pasado el tiempo comencé a leerlos 

directamente del revés. Quiero decir que la realidad dio de súbito, aunque con la 

naturalidad con la que se viven las cosas más raras en los sueños, un cambio sutil, de 

manera que a partir de determinado instante las cosas no sólo estaban de espaldas, 

sino al revés. Mi familia, por ejemplo, llevaba las vísceras por fuera, igual que el 

canario. Y en lugar de decirme buenos días, decían said soneub. 

- Said soneub –respondía yo adaptándome, pero consciente de que todo estaba patas arriba. 

Salí a la calle y vi que le habían dado la vuelta como a un calcetín. Los grandes edificios 
tenían todo su interior al aire libre. Veía a las personas, si se podía llamar así a aquellas
calamidades, por los pasillo de sus casas. No había fachadas. Las fachadas estaban 
ahora en la parte interior. Todo era un caos de tuberías, de tripas, de infraestructuras 
al aire libre. 
Me desperté sin agobios, pero extrañado. Antes de colocarme los calcetines, me 
aseguré de que estaban del derecho. Lo mismo hice con la camisa y con la camiseta. 
Me despedí de mi mujer y cogí el coche, pues ese día tenía que viajar. Como iba bien 
de tiempo, en vez de tomar la autopista cogí una carretera secundaria. Advertí que el 
paisaje de esta carretera era en cierto modo la parte de atrás del que se apreciaba 
desde la autopista. Sin darme cuenta, había vuelto, ya despierto, a la parte de atrás. 
Sonreí imaginando que el siguiente paso consistiría en viajar por el revés de la realidad. 
A la sonrisa le siguió un movimiento de pánico. Dio la casualidad de que pasé junto a 
una gasolinera que estaba de espaldas a la carretera (seguramente daba el frente a la 
autopista). También vi la fachada trasera de varios restaurantes. Comprendí que debía 
regresar enseguida a la autopista, pero no veía el modo; no había ninguna indicación 
que la anunciara. ¿Y si me resigno, me pregunté, a llegar a mi destino viajando por la 
parte de atrás? Lo hice, me resigné, pero con mucho miedo. Comprendí, al terminar el 
viaje, hasta qué punto estamos habituados a vivir sólo en una parte de la realidad. Es 
un error, como si sólo habitáramos una parte de nuestra casa, o de nuestro cuerpo.

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